Me llega un libro a mis manos que me hace recordar, sonreír, evocar y porque no decirlo añorar cuando eramos ingenuos o felices según el punto de vista, pero seguro que eramos personas inocentes con ilusiones y esperanzas, eramos niños.
Hace ya algunos años...
Me refiero a Chulilla-retazos de una época, escrita por unos chulillanos que aman su tierra, su pueblo, Salvador Perpiñan Llopis y José Deltoro Rodrigo.
Los autores nos relatan la forma de vida de su pequeño pueblo en la serranía valenciana en la década de los cincuenta-sesenta cuando ellos eran niños, una vida en unas condiciones en su mayoría dificiles pero con los pies en la tierra, unas gentes conformadas con lo que les ha tocado vivir, no conocen más y aún queda lejos la globalización y sus consecuencias.
Cuentan con detalle como era la vida y costumbres de niños y mayores, fiestas como por ejemplo las bodas, acontecimientos importantes para el pueblo, con su celebración primero misa y luego banquete celebrado en casa de alguno de los contrayentes, la casa más grande para poder albergar a familia y amigos, celebrada en sábado para no tener que dejar de ir " a la tierra ", unos a "echar el jornal" con la corbella, la zoqueta,el pantalón doblado con camisa arremangada y sobrero de palma, otros a su trocico de tierra o a la construcción.
La Plaza, centro principal del pueblo, punto de reunión de los lugareños, parada de los vendedores ambulantes, anunciados previamente por el alguacil, el cine Rodrigo con sus sesiones dominicales, el teleclub, el río, las montañas, el castillo, las eras lugar de esparcimiento...todo recuerdos.
No quiero hacer una redacción del libro, pero si un homenaje primero a las personas, hombres mujeres y niños que vivieron su vida en estos pequeños pueblos, unos nacieron, vivieron y morirán en ellos, otros los más jóvenes obligados por falta de trabajo a emigrar, pero con la añoranza siempre de " su pueblo".
Puedo confirmar que Chulilla es un precioso pueblo rodeado de montañas, su castillo, el Balneario, la Ermita, su río, el Turia regando sus tierras, donde encontramos el Charco Azul en un serpentear por las gargantas de una tierra llena de belleza.
Quiero agradecer a Salvador Perpiñan, amigo desde la juventud este precioso regalo que me ha sido concedido.
Gracias Salvador.
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