Tras 16 años en Valencia
A. LL. - Valencia - 08/01/2009 El Pais.com
Agustín García-Gasco tomó posesión de la archidiócesis de Valencia en 1992, afirmando que no le asustaba la importancia del destino porque "Valencia es como Madrid". Sin embargo, de manera inmediata, su autoritarismo, distanciamiento y falta de tacto provocaron el rechazo de parte del clero y de muchos católicos. Una encuesta de 2001 elaborada por la propia curia concluía que "el alejamiento es cada vez mayor entre gran parte del presbiteriado y el arzobispado y se va agrandando cada vez más".
Desde su llegada se consagró a enterrar cualquier atisbo de renovación o revitalización. Recuperó las peores formas de la iglesia preconciliar y del nacionalcatolicismo, y, según un destacado sacerdote, impone "el autoritarismo propio de un dictador, que no se fía de nadie, que no necesita colaboradores, sino ejecutores de sus órdenes, cambiantes y arbitrarias". Un cura de la diócesis de Madrid, que le conoce desde joven, opina que "su teología es la del poder y su eclesiología tiene como base que la iglesia es el obispo y los demás, súbditos obligados a la obediencia".
Hace gala de su trato asiduo con los poderosos y de su intimidad con los sectores políticos más derechistas. "Se consagra", señala un párroco de Valencia, "a reformular, desde su cátedra, las consignas más radicales del PP, como un activo militante y servidor". Tanto maridaje se transfigura en desprecio a la izquierda. Se ha erigido en azote del Gobierno socialista, al que acusa de "insultar, ridiculizar e infundir miedo" a la jerarquía, de "fomentar hostilidad y confrontación", de propagar "intolerancia laicista" o de "dinamitar" la familia, de haber convertido la educación en "una realidad hostigada". Considerado un "castellanista excluyente" y un centralista feroz, denuncia como ideas peligrosas cualquier reivindicación cultural o deseo prudente de autogobierno. Por ello, frente al Estatut de Catalunya, que, según él, rompería "la unidad, la libertad y la igualdad" proclama la "unidad indivisible de España".
En sus 16 años de pontificado, no sólo no ha aprendido ni a saludar en valenciano, sino que ha ayudado a marginarlo más, al impedir la incorporación del idioma de los valencianos a la liturgia. Consagró gran parte de su mandato a conseguir su deseo de acceder al cardenalato, a propósito del brillante colofón que supuso la visita del Papa a Valencia. Una visita ampliamente criticada por su concepción triunfalista, antievangélica y dilapidadora; su costo, aun desconocido, de decenas de millones de euros, dejó a la iglesia valentina exhausta y sin patrimonio, que se está vendiendo para obtener fondos, a fin de dotar también la faraónica Universidad Católica, otro acicate para su promoción personal. Con la archidiócesis paralizada y convertida en un rebaño sin pastor, un mosaico de tantas taifas como parroquias, con un clero desanimado, encerrado cada uno en su parroquia, ha conseguido, poner a una buena parte de un colectivo tan diverso de acuerdo en una cosa: el rechazo a un pontificado que califican de nefasto para cuyo fin llevan años rezando.
A. LL. - Valencia - 08/01/2009 El Pais.com
Agustín García-Gasco tomó posesión de la archidiócesis de Valencia en 1992, afirmando que no le asustaba la importancia del destino porque "Valencia es como Madrid". Sin embargo, de manera inmediata, su autoritarismo, distanciamiento y falta de tacto provocaron el rechazo de parte del clero y de muchos católicos. Una encuesta de 2001 elaborada por la propia curia concluía que "el alejamiento es cada vez mayor entre gran parte del presbiteriado y el arzobispado y se va agrandando cada vez más".
Desde su llegada se consagró a enterrar cualquier atisbo de renovación o revitalización. Recuperó las peores formas de la iglesia preconciliar y del nacionalcatolicismo, y, según un destacado sacerdote, impone "el autoritarismo propio de un dictador, que no se fía de nadie, que no necesita colaboradores, sino ejecutores de sus órdenes, cambiantes y arbitrarias". Un cura de la diócesis de Madrid, que le conoce desde joven, opina que "su teología es la del poder y su eclesiología tiene como base que la iglesia es el obispo y los demás, súbditos obligados a la obediencia".
Hace gala de su trato asiduo con los poderosos y de su intimidad con los sectores políticos más derechistas. "Se consagra", señala un párroco de Valencia, "a reformular, desde su cátedra, las consignas más radicales del PP, como un activo militante y servidor". Tanto maridaje se transfigura en desprecio a la izquierda. Se ha erigido en azote del Gobierno socialista, al que acusa de "insultar, ridiculizar e infundir miedo" a la jerarquía, de "fomentar hostilidad y confrontación", de propagar "intolerancia laicista" o de "dinamitar" la familia, de haber convertido la educación en "una realidad hostigada". Considerado un "castellanista excluyente" y un centralista feroz, denuncia como ideas peligrosas cualquier reivindicación cultural o deseo prudente de autogobierno. Por ello, frente al Estatut de Catalunya, que, según él, rompería "la unidad, la libertad y la igualdad" proclama la "unidad indivisible de España".
En sus 16 años de pontificado, no sólo no ha aprendido ni a saludar en valenciano, sino que ha ayudado a marginarlo más, al impedir la incorporación del idioma de los valencianos a la liturgia. Consagró gran parte de su mandato a conseguir su deseo de acceder al cardenalato, a propósito del brillante colofón que supuso la visita del Papa a Valencia. Una visita ampliamente criticada por su concepción triunfalista, antievangélica y dilapidadora; su costo, aun desconocido, de decenas de millones de euros, dejó a la iglesia valentina exhausta y sin patrimonio, que se está vendiendo para obtener fondos, a fin de dotar también la faraónica Universidad Católica, otro acicate para su promoción personal. Con la archidiócesis paralizada y convertida en un rebaño sin pastor, un mosaico de tantas taifas como parroquias, con un clero desanimado, encerrado cada uno en su parroquia, ha conseguido, poner a una buena parte de un colectivo tan diverso de acuerdo en una cosa: el rechazo a un pontificado que califican de nefasto para cuyo fin llevan años rezando.
El Papa nombra a Carlos Osoro nuevo arzobispo de Valencia
Sustituto del cardenal Agustín García-Gasco, se le atribuye un carácter autoritario, talante conservador y trato amable
ELPAÍS.com - Madrid - 08/01/2009
El Papa Benedicto XVI ha nombrado hoy a Carlos Osoro (1945), cántabro, actual arzobispo de Oviedo, nuevo titular de la diócesis de Valencia poniendo fin a casi 17 años de arzobispado de Agustín García-Gasco.
El Pontífice ha aceptado ahora la dimisión que presentó García-Gasco el 12 de febrero de 2006 al cumplir entonces los 75 años, como establece el Código de Derecho Canónico. Sin embargo, desde el pontificado de Juan Pablo II se estableció la costumbre de alargar el mandato a los obispos más conservadores. Ha sido el caso de García-Gasco, que ha gozado de una prórroga de dos años y once meses.
La posesión de Valencia consolida el poder del cardenal arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Antonio María Rouco Varela, bajo cuya tutela se ha desarrollado la ascendente carrera de Osoro, informa Alfons Llorenç. De hecho, tanto los obispos de Castellón como de Alicante son del sector rouquista y, a la vez, las tres diócesis valencianas son ocupadas por prelados de origen, lengua y cultura castellanas. Desde 1922 no ha regido la diócesis de Valencia un obispo valenciano.
Carlos Osoro Sierra nació en 1945 en Castañeda (Cantabria). Ejerció de maestro y de instructor de educación física en el colegio de La Salle de Santander, antes de seguir los estudios eclesiásticos como vocación tardía y de ser ordenado sacerdote a los 28 años. En 1997 fue elevado a la mitra de Ourense y en 2002 fue designado arzobispo de Oviedo. Forma parte del grupo más conservador del episcopado español, y no ha gozado de la estima de parte del clero ovetense, según la citada fuente.
Se le atribuye un carácter autoritario y absolutista, y poca facilidad para gobernar en equipo y delegar funciones. Fuentes de la curia de Oviedo destacan su "sentido de la oportunidad, ambición y capacidad de servicio al poder". Se le reconoce gran disposición al trabajo y amabilidad en el trato. A pesar de su alineación ideológica, no se cree que reedite el intenso maridaje de García-Gasco con el Partido Popular.
Y digo yo hay que dar una oportunidad para poder juzgar, pero....
Que paciencia...
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